lunes, 9 de junio de 2014

10 comportamientos muy extraños de grandes filósofos.

Además de ser filósofos que fueron muy grandes gracias a sus pensamientos y a que aportaron conocimientos trascendentales para la humanidad, también tenían historias extravagantes de su vida diaria.


1.- Descubrimiento al desnudo


El filósofo griego Arquímedes, famoso por hacer historia con la palabra "eureka", fue uno de los matemáticos más destacados de su tiempo. El relato dice que un día, mientras se bañaba, descubrió la densidad de los cuerpos, lo que le sería de utilidad para conceder el deseo del rey Hierón II, de quien era pariente. El pedido consistía en comprobar si la corona que el rey había encargado a un orfebre local era de oro puro o no. Arquímedes descubrió que al meterse al agua, el líquido desbordado tenía que ser proporcional al cuerpo sumergido. Así supo que, al meter la corona al agua, podría medir lo vertido y compararlo con el volumen de otro objeto de oro que pesara lo mismo que la corona. Se dice que semejante descubrimiento lo llevó a salir del agua y correr desnudo por las calles de Siracusa, gritando la famosa frase “Eureka, eureka”, lo que significa “Lo he encontrado”.

2.- Puntualidad extrema

El filósofo Immanuel Kant tenía algunas manías extrañas. Como la puntualidad. Su exigencia con este tema no le permitía aceptar retrasos de más de dos minutos. 

Dicen que si invitaba a alguien a comer y no llegaba a la hora pactada, el comenzaba a comer y después dormia su rigurosa siesta. Todas las tardes tomaba un paseo diario, en el mismo horario y haciendo el mismo recorrido, excepto los días 16 de Marzo, cuando conmemoraba la muerte de su madre. Lo hacía con tal regularidad que los vecinos ponían su reloj en hora cuando Kant pasaba por sus casas. Tenía otro patrón extraño que repetía cíclicamente y que aplicó durante toda su vida desde la infancia hasta la muerte: en los días impares de los meses pares colocaba un palo rasgado en la puerta de su casa, y jamás pudo conocerse el motivo de dicho ritual.

3.- La salud de Rousseau

El pensador francés Jean Jacques Rousseau vivía quejándose de padecer muy mala salud y de que no dormía en años. A los treinta presentó un cuadro de infección urinaria del que nunca se curó. Los entendidos dicen que una infección como ésa en un hombre joven solo puede presentarse por un factor predisponente que él mismo confirmó: "Un vicio de organismo en la vejiga me hizo experimentar durante los primeros años de mi vida una retención de orina casi continua”. Esto le fue generando constantes situaciones sociales incómodas. 


4.- Muerte absurda

Francis Bacon, canciller de Inglaterra, fue uno de los filósofos más influentes del siglo XVI. En 1626 se desató una fuerte tormenta de nieve y se le ocurrió que dicho frío podría conservar los alimentos tan bien como la sal. Para comprobarlo, tomó un pollo de una aldea cercana, lo mató y se quedó observando el experimento durante largo tiempo para comprobar si la nieve congelaba la carne. Pero lo esperado no ocurrió y el científico solo logró enfermarse de una grave neumonía que lo llevó a la muerte en tres días.

5.- El más cínico

El filósofo griego Diógenes de Sinope fue un fiel seguidor de la escuela cínica, siempre andaba descalzo y con la misma vestimenta. Dormía en las puertas de los templos y hasta, incluso, en el interior de un tonel. Tenía costumbres desagradables como defecar o tener sexo en público, ya que no buscaba privacidad para ninguna necesidad humana.

6.- Vida de locura

Ludwig Wittgenstein fue un filósofo austríaco que sufría esquizofrenia. Fue un hombre depresivo que padecía tendencias suicidas. En una ocasión durante su época de estudiante de la Universidad de Cambrige tomó al perro de su compañero, Bertrand Russell (quien se convertiría en un famoso matemático), lo metió en una caja de cartón y lo lanzó por la ventana. El animal murió en el acto y Wittgenstein se justificó diciendo que el perro lo había llamado cabezón.
 

7.- Nobel rehusado

Jean-Paul Charles Aymard Sartre, filósofo político de los 60, fue premiado con un Nobel de Literatura en 1964 por su gran trabajo. Sin embargo, lo rechazó por cuestiones ideológicas. Él mismo expresó luego: “Si hubiera aceptado el Nobel (…) habría sido recuperado. Si hubiera sido miembro de un partido (…) la situación hubiera sido diferente. (…) Pero cuando se trata de un hombre aislado, aunque tenga opiniones "extremistas" se lo recupera necesariamente de un cierto modo, coronándolo. Es una manera de decir: ´Finalmente es de los nuestros`. Yo no podía aceptar eso.”.

8.- Muerte por principios

Zenón de Citio fue un mercader fenicio, su caso se suma a este listado porque su voluntad y congruencia de pensamiento lo llevaron al suicidio cuando alcanzó la vejez. Tal como lo indica el principio estoico de que el sabio se debe desprender voluntariamente de la vida cuando las circunstancias lo exijan, ya sea por la patria, por enfermedades incurables, etc. Y la senilidad es una de dichas motivaciones, ya que priva a quien la padece del conocimiento y el autodominio, bienes supremos para esta doctrina.

9.- El caballo que silenció a Nietzsche

Es famoso el episodio por el que Friedrich Nietzsche dejó de hablar. En 1889, el filósofo residía en Turín y experimentaba una etapa muy rica para sus publicaciones literarias. Un día, paseaba por el centro de la ciudad cuando se encontró con una escena que lo sorprendió despertando toda su sensibilidad. Un cochero azotaba a un caballo que estaba extremadamente cargado y le costaba avanzar con dicho peso. El animal cayó al suelo y el hombre continuó golpeándolo sin misericordia. Nietzsche se abalanzó sobre el cuello del animal y pidió piedad entre lágrimas y gemidos totalmente desconsolado. Esa mañana Nietzsche dejó de hablar por completo. De ahí en adelante, pasó los siguientes diez años, hasta su muerte, en silencio.

10.- Los más sabios también se equivocan

En los textos de Platón puede leerse una historia paradójica de Tales de Mileto, uno de los filósofos más importantes de Grecia y uno de los siete sabios más admirados. Una noche, mientras miraba el movimiento de las estrellas muy abstraído, cayó en un pozo por distracción. Una campesina que por allí pasaba se rió. Ante dicha burla Tales comentó que mientras él deseaba llegar a conocer las cosas del cielo con tanta pasión, olvidaba aquello que quedaba oculto frente a sus narices y bajo sus pies. Sobre aquella anécdota, Platón agregó que esa burla es una buena definición para todos aquellos que se dedican a la filosofía. Al respetado Tales se le atribuye la frase “En la confianza está el peligro”.

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